Un 27 de julio, pero de 1939, Tlajomulco cambia su denominación por Tlajomulco de Zúñiga en memoria del General Eugenio Zúñiga, prócer de la Revolución Mexicana. La historiadora Guadalupe Arredondo nos habla de su legado cultural nahua, de su gastronomía y de su artesanía muy ligada a la charrería.
El nombre de Tlajomulco proviene del náhuatl tlalli “tierra”, xomulli “rincón” y co “lugar”, que se interpreta como: «Tierra en el Rincón».
De acuerdo con Tlajomulco de Zúñiga. Diagnóstico municipal del IIEG, sus primitivos pobladores fueron descendientes de la raza nahua y al establecerse en estas tierras se llamaron tlajomulcas. En 1226, en tiempos del rey Tlajomulpilli, el poblado llegó a ser poderoso, dominando hasta lo que hoy se conoce como Tala, Acatlán y otros pueblos cercanos; los cuales le pagaban tributo.
Después de la Independencia de México, el 27 de marzo de 1824, Tlajomulco se convirtió en cabecera de uno de los 26 departamentos en que se dividió el territorio del Estado de Jalisco. En 1825 contó con ayuntamiento; en 1846 fue cabecera del departamento de Tonalá y por decreto el 27 de julio de 1939, cambia la denominación por la de Tlajomulco de Zúñiga en memoria del General Eugenio Zúñiga, quien intervino en la Revolución mexicana.
La historiadora Guadalupe Arredondo Ochoa, jefa de Patrimonio Intangible de la Secretaría de Cultura Jalisco, explica que Tlajomulco de Zúñiga está asociado culturalmente a la región nahua, y algunos elementos de esa tradición prehispánica han sobrevivido hasta la actualidad.
“Encontramos documentos en el archivo histórico de Tlajomulco, que datan del siglo XVI, en lengua náhuatl, un tesoro que nos habla de que no solamente su población era indígena, si no que también eran tlacuilos, es decir, que sabían escribir en náhuatl”.
Además, algunas tradiciones nahuas que se conservan hasta nuestros días, por ejemplo, en los rituales de boda, en el momento que se hace el pedimento de la novia, se acostumbra que las familias emparentadas se intercambien regalos; y por lo general, los regalos son panes tradicionales llamados tachihuales que se cuecen en horno de ladrillo y adobe, lleva pinole, huevo y miel, y van cubiertos de betún y espolvoreados de azúcar rosa. Tachihual es una palabra náhuatl que quiere decir pan moreno o hecho a mano.
También se regala Fruta de Horno, una galleta de harina de maíz o pinole, manteca de cerdo y piloncillo o azúcar que se hornea. Este ritual de intercambio de regalos sucede también en Zacoalco de Torres y Tuxpan, municipios con pasado prehispánico nahua.
Otras reminiscencias indígenas se observan en la organización de la Cofradía en el Templo de la Purísima Concepción. Las personas se organizan exactamente como antes y utilizan los nombres en náhuatl: tatitas (abuelos), topiles (hijos), mantopiles (niños). La Cofradía es cuando algunas familias del municipio organizan las fiestas patronales.
Esta organización se remonta a la época precolombina para adorar al Dios Oxelot, representado en el Ocelote mítico felino originario del occidente de México, pero con la llegada de la conquista española se conformaron las Cofradías para administrar los templos católicos.
Además, en el municipio hay una tradición de tocar la chirimía y bailar la danza de la chaya, detalla Arredondo Ochoa, experta en cultura indígena. “Curiosamente hay una danza en Tuxpan también llamada de la chaya, y esto nos habla que son municipios que comparten elementos culturales tradicionales nahuas”. La diferencia, es que en Tlajomulco los bailarines utilizan en la cabeza papeles de colores, y en Tuxpan una cornamenta de venado. La intención de la danza es mofarse de la Colonia y los españoles.
Arredondo Ochoa, maestra en Gestión y Desarrollo Cultural, explica que otra de las características del municipio es que ha conservado construcciones del siglo XVI en localidades como San Lucas Evangelista y Santa Anita Santa Cruz de las Flores que conforman la ruta franciscana.
En el ámbito artesanal y más hacia nuestros días, Tlajomulco destaca por crear distintos productos con crin de caballo que van desde bolsas, joyas, llaveros hasta adornos que hacen honor al deporte de la charrería. Los artesanos locales también son expertos en hacer sogas para la charrería, en moldear figuras con tejido de tule, en elaborar juegos pirotécnicos, en manejar la cera escamada, en manipular la piedra de basalto para hacer molcajetes y la cerámica para hacer desde réplicas de piezas prehispánicas hasta vajillas.
La gastronomía en Tlajomulco es muy variada, pero los platos y bebidas más tradicionales son la birria, las carnitas, las gorditas, el pan pinto y el pulque; y para las fiestas patronales o las bodas, es más común preparar carne con chile, guisados y zuales, que son una especie de tamalitos elaborados con pinole y piloncillo.
Las festividades más importantes del año son las conmemoradas a la Inmaculada Concepción y la procesión de los Reyes Magos en Cajititlán, incluso la fiesta en honor a Melchor, Gaspar y Baltazar es la que tiene mayor representatividad a nivel de Jalisco, y es la única que se celebra en esa magnitud ya que llegan a asistir hasta un millón de personas.
En la festividad a los reyes, algunos de los fieles caminan descalzos para acompañar a las figuras de los magos hasta el pie de la laguna, donde tres embarcaciones adornadas con globos que los esperan para llevarlos a hacer su recorrido.
Para la historiadora, otra de las particularidades interesantes es que la cabecera municipal de Tlajomulco y algunas de sus delegaciones siguen conservando un paisaje rural dentro del Área Metropolitana de Guadalajara. Es una combinación entre lo urbano y lo rural, que da la posibilidad de conocer a los visitantes desde su legado prehispánico hasta sus costumbres charras.
La personalidad de los pobladores es extremadamente hospitalaria. Arredondo Ochoa cuenta que en la Capilla de la Cofradía hay unos cántaros para que los visitantes puedan tomar agua, y se dice que cualquier persona que llegue que tome agua de esas cántaras siempre va a regresar a Tlajomulco.