En el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, analizaremos cómo esta actividad atenta contra los derechos humanos fundamentales y afecta el desarrollo físico y psicológico de los menores.
El trabajo infantil es una violación de los derechos humanos porque entorpece el desarrollo de los niños y potencialmente les produce daños físicos y psicológicos para toda la vida.
Ricardo Fletes Corona, jefe del Departamento de Desarrollo Social del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara, dice que el trabajo infantil es toda aquella actividad que ocupa el tiempo de niñas, niños y adolescentes y que interfiere en el disfrute de las actividades básicas que le ayudan en su desarrollo humano, como son la diversión, el estudio, el esparcimiento y la convivencia familiar.
“El trabajo infantil interfiere en el desarrollo integral de las personas y afecta, sobre todo, en la infancia cuando hay un proceso en la maduración del cerebro, cuando se está adquiriendo la personalidad y la formación de lazos sociales, comunitarios y familiares”.
Desde una visión integral del ser humano, Fletes Corona dice que las repercusiones negativas del trabajo infantil se ven reflejadas en distintas esferas de la vida, no sólo la parte física o estrés psicológico, también en lo cognitivo, en lo afectivo y en lo social.
El investigador explica que el trabajo infantil no sólo abarca la labor fuera de casa, también están las actividades dentro del hogar. “El trabajo doméstico infantil afecta más a las niñas o los niños mayores cuando los padres salen a trabajar y los dejan al cuidado de los hermanos y de la casa”.
Estas actividades domésticas que contribuyen a las tareas del adulto se les conoce como “reproducción social de la familia”, y son consideradas “trabajo” por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
De acuerdo con nuestro análisis de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) de INEGI, en 2019 Jalisco reportó 181 mil 902 personas de 5 a 17 años en trabajo infantil, lo que lo ubica en el octavo lugar nacional en términos absolutos. En primer lugar, está el Estado de México con una población en trabajo infantil de 387 mil 594, mientras que Baja California Sur es último con 15 mil 485.
Esta encuesta se levantó con el objetivo de contar con una base de información actualizada sobre la magnitud del trabajo infantil y las características socioeconómicas y laborales de las niñas y los niños que trabajan, así como de los que participan en las actividades domésticas no remuneradas en sus propios hogares.
Durante 2019, la población de 5 a 17 años que se encuentra en condición de ocupación no permitida (debajo de la edad mínima o en ocupación peligrosa) en el estado eran 118,453 personas, que se encuentran distribuidas por sector de la siguiente manera: 19,667 o el 16.6% en el sector primario, 24,624 que representa el 20.9% en el sector secundario, y 69,607 personas en el sector terciario que representa el 58.8%.
De las 118,453 personas de 5 a 17 años que se encuentran en condición de ocupación no permitida, destacan 62,793 que reciben menos de un salario mínimo, lo que representa el 53.0% de este grupo de la población, seguido de los que reciben entre 1 y 2 salarios mínimos, que son un total de 31,678 o el 26.7%, los que no reciben ingresos 12,244 o 10.3%, y el 7.6%, que suman 8,997 reciben más de 2 salarios mínimos.
Ricardo Fletes señala que las Naciones Unidas, a través de la OIT y la Unicef, declararon este 2021 como el año para erradicar el trabajo infantil, sin embargo, a raíz de la pandemia, en nuestro país aumentaron los índices de pobreza que provocaron que al mercado laboral se integraran adultos mayores y niños.
Para el experto, el regreso a clases podría ser un paliativo y mejorar la calidad de vida de los infantes, ya que puede ser un impulso a su desarrollo cognitivo y emocional. “En la escuela se promueve el trabajo en equipo, contribuyendo a las relaciones humanas, al desarrollo personal, social y a formar una personalidad más equilibrada”.
Lamentablemente, la pandemia acortó la socialización y la interacción entre personas cuando estas actividades son indispensables y fundamentales para el desarrollo integral del ser humano, dice Fletes. Por ello, se deben tener medidas políticas para que exista una mayor convivencia entre diversos grupos humanos y de distintas edades.
“Además, urge mejorar la distribución de la riqueza para que los padres ganen lo suficiente y les ajuste en la manutención de la familia y tengan las prestaciones sociales aseguradas como la salud, la educación o la seguridad”.
Asimismo, señala que es necesario mejorar las condiciones de seguridad social frente a una población que por la pandemia tuvo que incorporarse al trabajo informal.
Lo principal sería cambiar lo que entendemos culturalmente por “trabajo”, explica Fletes. “Si consideramos que el trabajo infantil promueve la disciplina, el esfuerzo para ganar dinero, le estamos abriendo la puerta al trabajo infantil. Habría que pensar que el trabajo es bueno para los adultos y para los niños es bueno el estudio, el descanso, el juego y la diversión.
“Ser cerillito de un súper mercado, lavar coches, limpiar platos en el puesto de tacos es trabajo infantil y altera el ritmo de vida de los niños. Las responsabilidades en el hogar como doblar su ropa, recoger su plato, cortar verduras o barrer, son otra cosa que enseñan al niño el sentido de la responsabilidad”, aclara.