La batalla de los ciudadanos contra el ruido es diaria y extenuante. El ruido se percibe como una bofetada. Una fuerte agresión que invade los espacios íntimos y personales. La exposición al ruido deriva en dolores de cabeza, malestar, intolerancia, insomnio, encono, hartazgo, estrés e irritabilidad. Lo más importante es reconocer, que más allá de la propia percepción, es un contaminante que genera daños a la salud física y mental del ser humano.
En la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) el ruido fue el motivo que más generó conflictos o enfrentamientos entre los ciudadanos. De acuerdo a un análisis de los resultados del primer trimestre de 2020 de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) realizado por el IIEG, el 52.9% de los ciudadanos en la ZMG tuvieron algún conflicto o enfrentamiento por el ruido, el segundo origen de conflicto fue la basura (32.4%) y después los problemas de estacionamiento (26.2%).
Laura Martínez Medina, psicóloga por la Universidad de Guadalajara, maestrante y doctorante por la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara con 10 años de experiencia en el área clínica, explica que el oído es el primer sentido que se desarrolla en el ser humano, es el primer sentido que se activa.
“Las madres acercan música a su vientre para que el bebé perciba la melodía. Los primeros signos de amor de la mamá hacia el bebé son a través del habla.
“Para nosotros el sonido está erotizado (o es un placer), por eso nos gusta la música, platicar o ciertos tonos de voz de las personas. Nos gusta lo melódico. Sin embargo, cuando no lo pides o después de un tiempo prolongado, cansa. Es como cuando te rascas, luego de estar de más tiempo, ya no es placentero pues te daña la piel. De esta manera, se comporta el sonido, cuando no lo pides se siente como una invasión porque ingresa a tu percepción sin que puedas detenerlo”, explica.
La especialista señala que todo lo que percibimos lo procesamos en automático, lo que es muy repetitivo y común en nuestras vidas lo procesamos más rápido, mientras que lo que es nuevo, lo hacemos de manera más lenta. “Ejemplo, es cuando estacionas tu automóvil bajas el volumen de la música para concentrarte en una cosa, pero imagínate cuando estás rodeado de un ruido que no puedes detener, pero que lo tienes que procesar, entonces esa situación es causante de estrés e irritabilidad”.
Martínez Medina señala que una persona que vive en una avenida muy transitada o en un entorno con mucho ruido, debe cambiar la percepción, buscar el lado creativo. “Hay quienes dicen: estaré aquí por un tiempo y luego me mudaré. En una fábrica lo saludable sería ponerse audífonos para aislarte del sonido y pensar que es un trabajo que te da para comer. No agregarle más elementos negativos al ruido, es decir quitarle el peso emocional a la contaminación.
“La gente a veces le sube al volumen sin saber que afecta a los demás, pero más allá de que el tipo de música le guste o no a los otros, es muy importante recalcar que el ruido tiene consecuencias negativas en el organismo”, comenta Martínez.
La Organización Mundial de la Salud en su publicación “Escuchar sin riesgos”, detalla que la exposición a sonidos fuertes, independientemente de su duración, provoca cansancio en las células sensoriales auditivas, lo que da lugar a una pérdida temporal de audición o acúfenos (sensación de zumbido en los oídos).
“Cuando se trata de sonidos muy fuertes o la exposición se produce con regularidad o de forma prolongada, las células sensoriales y otras estructuras pueden verse dañadas de forma permanente, lo que ocasiona una pérdida irreversible de audición. La exposición continuada da lugar a una pérdida de audición progresiva, que afecta en último término a la comprensión del habla y tiene efectos negativos en la calidad de vida del individuo”, señala la publicación.
Invasión personal
Habitantes de la ciudad expresan lo que les provoca el ruido en su vida cotidiana.
“Me afecta el ruido porque lo siento como una agresión, es una invasión al espacio personal. Por ejemplo, cuando vivía en mi departamento en la zona de Chapultepec trataba de escuchar la radio, pero el alto ruido que causan los autobuses urbanos me impedían oír. También me sucedía cuando un vecino subía el volumen de la música, me desconcentraba en la lectura de un libro.
El ruido es una agresión que invade tu espacio personal, invade la zona más básica de tu intimidad. Se pierde el respeto a tu persona y tu espacio”, Carlos Armenta, profesor de Artes Visuales.
“Me afecta de dos maneras muy claras: de manera cívica y neurológica. Me hace más daño por una lesión cerebral que tengo. Ciertos ruidos, a ciertas frecuencias, bits me hacen daño y se refleja en molestia, estrés o dolor de cabeza. Percibo esos ruidos mucho más intensamente que la normalidad de las personas, por ejemplo el arrastre de mesas en un restaurante. En mi vecindario se escuchan motores de las podadoras, bombas de agua, esmeriles para el arreglo de muebles. Es un constante sonido que te impide trabajar. A veces no nos damos cuenta que nuestro ruido personal se suma a los demás ruidos. A veces la gente piensa que la música fuerte alegra la vida de los demás y no es así”, Mauricio Vaca, Artista Visual.
“El ruido me genera mucho estrés y me impide concentrarme hasta el punto que siento mucha ansiedad y desesperación. El problema es que tengo una infección crónica en el oído que se acentúa cuando estoy estresada o expuesta al ruido casero y que es casi diario pues convivo con una persona que sufre sordera y que todo el tiempo tiene la televisión y los aparatos a todo volumen”, Lucila Carrillo especialista en literatura mexicana.
Aquí los datos https://iieg.gob.mx/ns/wp-content/uploads/2020/05/RUIDO_mar20.pdf