De la noche a la mañana el sistema educativo mudó a la educación a distancia a fin de evitar los efectos de la pandemia del COVID-19. Profesores, padres de familia y alumnos se vieron obligados a adaptarse -en pocos días- al nuevo modelo virtual.
De acuerdo a un diagnóstico que se realizó con los datos de la Secretaría de Educación Jalisco del ciclo escolar 2019-2020, el estado cuenta con 126 mil 670 docentes que laboran en las 15 mil 202 escuelas; de ellos, 90 mil 927 (71.8%) pertenecen a instituciones públicas y 35 mil 743 (28.2%) a particulares.
De estos, el 26.9% (34,074) de los docentes se concentran en el nivel de primaria, seguido de 21.6% (27,360) que se desempeñan en secundaria y de un 21.6% (27,337) en el nivel superior.
Por su parte, el 14.0% (17,734) pertenecen al nivel de educación media superior, el 11.9% (15,128) a preescolar, 2.2% (2,729) a inicial y 1.8% (2,308) a educación especial.
Como parte de este universo de maestros, Marcia Marisela Medina, Verónica Ortega y Juan García reflexionan sobre los desafíos de la enseñanza a que se enfrentan en estos tiempos.
Coinciden en que los principales retos a vencer son la escasa concentración y falta de comprensión de lectura por parte de los alumnos, la desigualdad en el acceso a internet y la deserción escolar por falta de recursos económicos de las familias para pagar colegiaturas.
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Marcia Marisela Medina Cruz, quien tiene más de 15 años de experiencia siendo docente en escuelas primarias, describe que el cambio a la educación a distancia fue muy difícil, ya que muchos maestros nunca habían dado clases en línea.
“Muchos de nosotros no teníamos ni espacio en el celular, ni buena conexión a internet. El cambio fue tan repentino que demostró que necesitamos mejorar las plataformas digitales. Lo que hicimos fue organizarnos para hacer videos, enviarlos a los niños a un grupo por WhatsApp para que en un horario específico se comunicaran. Nosotros en cambio pasamos todo el tiempo recibiendo correos y evidencias de tareas; y resolviendo dudas de padres y estudiantes”.
Para Marcia, la dispersión y la falta de concertación son de los principales problemas que existen tanto en la educación virtual como en el aula física. “Como maestros perdimos algunos canales educativos para llamar la atención de los pequeños. En el aula, mostrábamos videos, poníamos música y dábamos juegos para que pudieran manipularlos. Cada niño tiene preferencias y aprende mejor con ciertos canales, pero con las clases en línea estas formas educativas se perdieron. Debemos repartirles o mostrarles muchos más ejemplos que en el aula”.
La capacidad de retención de los pequeños es muy limitada. “Tienen muchas necesidades académicas, psicológicas y emocionales. La razón es que el rol familiar ha cambiado radicalmente. Muchas familias no funcionan bien y eso afecta su desarrollo académico y la forma de relacionarse con los demás. Son padres ausentes. Los niños pasan la mayor parte del tiempo al cuidado de sus abuelas o de la guardería”.
“Los niños están solos emocionalmente. Aunque los padres están en casa y conectados en línea para cumplir con su trabajo, no apoyan a los niños en su desempeño académico. Vemos a los niños solos con su tableta y aunque requieren ayuda, los papás no hacen caso. Los niños me hablan al teléfono para poder tareas concluir sencillas, pues necesitan cuidados”.
“La salud emocional es un derecho y muchos padres están faltando a ese derecho. Considero que 7 de cada 10 niños les hace falta mayor atención”.
Marcia describe que, en un principio, no todos los niños se conectaron a clases y aún hay algunos que no se sabe de ellos. De su salón constituido por 21 pequeños, dos aún están ausentes y sus padres no contestan los teléfonos de casa.
Para ella, la pandemia ha visibilizado la desigualdad, pues muchas familias no cuentan con servicios básicos y mucho menos con acceso a internet, pero también ha visibilizado que hay maestros comprometidos con su labor que llevan hasta las casas de sus alumnos las copias con actividades.
Lo favorable del confinamiento es que ha promovido la integración de algunos padres con sus hijos. Las familias han experimentado sensaciones de desánimo, miedo y aburrimiento, pero a los padres han reflexionado que necesitan darle seguridad y transmitirles valores a sus pequeños.
Para Marcia, un niño es una esperanza para la vida. Ellos son imprescindibles para la humanidad, por eso, ama su trabajo. “La energía que transmiten e interactuar con los niños día a día es lo más preciado. Me encanta verlos sorprenderse de cosas sencillas. Es una labor muy satisfactoria para mí”.
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Juan García se dedica a la docencia desde hace 25 años. Ha sido profesor desde el nivel kínder hasta licenciatura. Actualmente es docente del ITESO. Es doctor en educación y maestro en tecnologías para aprendizaje y licenciado en diseño y comunicación gráfica.
Para él, la pandemia ha sido como una máquina del tiempo que obligatoriamente nos envió al futuro para que cambiáramos a la educación a distancia velozmente.
“Todavía hay muchas personas que no han migrado a lo virtual. Creen que regresaremos a esa normalidad, que no va a volver. El gis y el pizarrón son buenos, pero no siempre. Este cambio ya se veía venir por los cursos en línea, por los tutoriales en YouTube o por las animaciones interactivas. Pocos fuimos los maestros que hicimos el cambio relativamente fácil”.
No hubiera sido tan arduo si la reconversión hubiera sido obligatoria en 5 o 10 años, pero sucedió en un mes, explica. “Para mí representa una gran una oportunidad de crecimiento para que una generación de profesores dé el salto”.
“Los estudiantes están habituados a las tecnologías, sobre todo las nuevas generaciones. El miedo al teléfono o a la conexión es nulo. El problema es que están acostumbrados a que un profesor le resuelva dudas al instante, por eso cuando pasamos a la modalidad a distancia, la cual es una modalidad autogestora, a los estudiantes les costó trabajo pues se debieron organizar mejor y hacerse más responsables”.
Inicialmente se resistieron porque estaban acostumbrados a recibir todo más sencillo, pero “cuando entendieron que la nueva modalidad resolvía dudas y que había ejemplos como en el salón de clases todo fluyó mejor”.
García también percibe que a los alumnos se les dificulta leer una instrucción de dos líneas. “Hay un problema de concentración, creo que hay demasiados distractores, incluso la misma pandemia. Las nuevas generaciones son más dinámicas, más visuales y leen menos”. Su reto no sólo recae en lograr ser más responsables, sino también en leer y entender. Mientras que, para los profesores, el reto es adaptar una clase presencial a un paradigma diferente, pero con el mismo objetivo: desarrollar el aprendizaje de los alumnos.
Mientras que para la estrategia nacional el principal desafío de la educación a distancia es la inclusión de todas las realidades. “La estrategia actual sólo está pensada en niños citadinos que tienen conexión y no para estudiantes de escuelas rurales. Falta además pensar en nuevos paradigmas de educación y bases pedagógicas donde los niños aprenden por sí solos y no dependan de un espacio físico.
“Hay comunidades que no tienen agua, ni luz. Los niños tenían que recorrer 5 kilómetros de ida y de regreso para ir a su escuela rural”. El aprendizaje ha continuado por el compromiso de los profesores que hablan con cada estudiante para ver cómo está; reparten copias de casa en casa. Hacen un esfuerzo de tiempo y recursos económicos ante la estrategia general que no da soluciones.
En condiciones idóneas, García indica que la gran ganancia ha sido que los padres están más cercanos al proceso educativo de los hijos. “Por medio de la herramienta Zoom me reúno virtualmente con mis estudiantes. Cada 2 o 3 semanas reflexionamos del estado de ánimo, sobre sus familias y de cómo van con el programa. He visto es que los padres están al pendiente de las clases e incluso los alumnos me los presentan. Es como una ventana donde puedo ver de dónde vienen mis estudiantes y que de otra forma no hubiera podido ver”.
El profesor de discurso hipermedial; medios y lenguaje; observatorio de la comunicación, y etnografía del entorno digital, explica que dar clases significa un crecimiento debido a que hay que prepararse, ordenar las ideas y actualizarse constantemente.
“Cuando los estudiantes conectan con el aprendizaje y presentan trabajos muy avanzados me siento muy satisfecho. La semilla está germinando. Siempre busco que el desarrollo humano sea lo primordial, por ello impulso a que sus propuestas personales logren hacer un cambio en la sociedad”.
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El cambio a la educación virtual nos tomó de sorpresa, no imaginábamos que nos íbamos a enfrentar a un problema de ese tamaño. Ni alumnos, ni profesores estábamos en las mismas condiciones sobre el uso y acceso a la tecnología, expresa Verónica Ortega, quien es maestra en Estudios de Género Sociedad y Cultura.
Ella actualmente es docente de la carrera de comunicación y es coordinadora académica de una universidad privada. También es miembro de Colectiva de Educación Feminista, que trabaja en la erradicación de la violencia de mujeres y niñas.
“En tres días, cambiamos 45 materias presenciales a la virtualidad. Fue una locura. Algunos profesores ya estaban habituados a la educación a distancia pues su licenciatura o su maestría las cursaron en línea, pero hay maestros con más de 65 años de edad que apenas están acostumbrándose a usar la computadora, teléfono celular y sus aplicaciones”.
“Hubo docentes que tuvieron que ir a la sala de maestros porque no tenían internet en su casa o porque sus teléfonos celulares son tan básicos que nos les permitieron bajar las aplicaciones para dar la clase”.
“Yo tengo 65 estudiantes, y de esos casi el 95% tuvieron acceso a la clase a distancia. Para los foráneos fue más difícil pues por la lluvia o el aire el internet se desconecta en sus pueblos”.
Las distracciones en un aula son muchas, pero en casa se multiplican. “Unos se tenían que conectar en el camión pues les cambiaron sus horarios labores y tuvieron que trabajar. Unos decían que no habían recibido invitación al class room o que no sabían usarlo. Muchos otros no saben leer instrucciones.
“Vimos más hombres acostados tomando la clase, que a estudiantes mujeres que ya estaban listas. Por la dinámica familiar, a ellas se les pide o se les obliga a más, que limpien, que ayuden con los hermanos, que o vayan al mercado”.
“El cambio repentino a la educación virtual nos obliga a prepararnos y a acostumbrarnos al trabajo virtual. Nos falta mucho por aprender. Necesitamos más compromiso y disciplina. Mientras que autoridades e instituciones deben comprometerse en ofrecer acceso adecuado a las plataformas y a promover la igualdad”.
“Los padres en un principio nos decían que estábamos exagerando, que estábamos haciendo mal las cosas. Después reconocieron nuestro trabajo. Hoy los padres necesitan ser más comprensivos y apoyar a sus hijos, recordarles que se tienen que conectar, hacer esquemas para compartir la computadora con los demás hermanos, o comprar equipo”.
La pandemia visualizó aún más la desigualdad. “Falta hablar de temas con perspectiva de género; de igualdad, de conservación del medio ambiente. Necesitamos trabajar en ir cerrando la brecha que generan las desigualdades económicas y sociales. La brecha que existe entre estudiantes citadinos y foráneos. Ofrecer instalaciones adecuadas para los estudiantes con capacidades diferentes pues en muchas escuelas no hay acceso a rampas o elevadores”.
“El rezago vendrá porque muchos de los padres de familia no podrán pagar las colegiaturas de las escuelas privadas, ya que perdieron sus negocios, cerraron fuentes laborales o fueron despedidos: los estudiantes tendrán que hacer una pausa y por experiencia puedo decirte que el alumno se detiene hasta un año.
“En la educación básica, aunque será un ciclo muy atropellado para los niños, ellos pueden regularizarse con asesorías o tutorías pues tanto maestros como alumnos tienen gran capacidad de adaptación”.
Verónica describe que la educación significa compartir conocimiento tanto profesional como de vida. “Me genera mucha satisfacción acompañar a los estudiantes en su proceso educativo porque hay mucha gente valiosa haciendo cosas interesantes e importantes por la comunidad”.
Los maestros siempre nos dejan huella, siempre llevamos una enseñanza de ellos, por chica o por corto que haya sido el tiempo que coincidimos.
Me encantó leer esta entrevista, conozco a Vero desde hace varios años, fuimos compañeras de trabajo y amigas. gracias a su forma de ver y entender la vida aprendí demasiadas cosas. Puedo decir que es una increíble docente y una persona maravillosa.
La labor que tienen los docentes es impresionante, pero más lo es la pasión con la que realizan su profesión y así formar personas capacitadas en su área de trabajo.