Como cada 10 de mayo en México celebramos el Día de las madres. En Jalisco, al cuarto trimestre de 2019 había 2 millones 289 mil 737 mujeres con al menos un hijo nacido vivo. De ellas, 579 mil 379 eran madres jefas de familia, esto es el 25.3% del total de madres registradas. Esto quiere decir que una de cada cuatro mamás en el estado es reconocida por los integrantes del hogar como la autoridad principal.
Respecto a su ocupación 1 millón 036 mil 116 mujeres, eran económicamente activas, las cuales representaban el 45.3% de las mamás en el estado. De esta cantidad, el 97.8% (1´013,018) trabajaba y el 2.2% (23,098) se encontraba desocupada.
El 54.7% de las madres jaliscienses no eran económicamente activas, es decir, 1 millón 253 mil 621; de ellas, la mayoría, el 87.4% (1´095,579) se dedicaba a la administración del hogar; el 6.9% (86,250) estaban pensionadas o jubiladas, un 0.4% (5,526) tenían algún impedimento físico para trabajar y el 0.4% (5,233) eran estudiantes.
Este año, la celebración se da en el contexto de la emergencia sanitaria por Covid-19, lo que ha ocasionado que, con las medidas de aislamiento social, la carga y exigencia de este grupo aumenten derivado de las actividades de educación a distancia de sus hijos, sumado a las tareas ordinarias de las madres. Por su labor que hoy cobra mayor importancia, a modo de reconocimiento y como una invitación a la reflexión, recopilamos las historias de seis mujeres que nos comparten cómo han vivido el desafío histórico que enfrenta nuestro planeta, así como su experiencia como puntal básico e insustituible para la familia mexicana.
Conoce sus testimonios:
-
- Angélica del Río, experta en informática administrativa, madre de tres hijos
Tenerlos, sentir el amor por ellos y ver a mis hijos felices es la mayor satisfacción como madre. La inseguridad es mi mayor miedo, pues tengo dos niñas de 13 y 17 años. Siempre trato de acompañarlas a la escuela y a la tienda. A raíz de la pandemia, los roles familiares se modificaron, principalmente por la dinámica de la educación en línea. Yo continúo trabajando y por las tardes me informo sobre la plataforma en línea para apoyar a mi hijo pequeño. Le ayudo con las tareas; superviso que haga los trabajos; a que realice cada una de las actividades; lo apoyo a subir las evidencias y estar atenta a los correos que envían las maestras. Las mamás que tenemos hijos en primaria debemos estar al cien por ciento explicándoles y ayudándoles. También ha cambiado que no los llevamos a entrenar, no hacen ejercicio, ya no salen y ya no ando tan a la carrera.
Yo cuando me embaracé no me tocó vivir lo que estamos viviendo sobre desapariciones, de violencia, de la pandemia. Si me hubiera tocado esta época no hubiera tenido tres niños. La situación actual es muy violenta, mis hijas viven con miedo.
-
- Adriana Fabián, profesora en CUCEA, estudiante del Doctorado en Humanidades, madre de tres hijos
La maternidad, esa forma de vida que la sociedad -todos nosotros incluidos- se ha empeñado en romantizar, suele ser más dura de lo que la pintan los anuncios publicitarios y las campañas del 10 de mayo en televisión abierta; aunque no tan terrible y doliente como la representan las películas de la época de Oro del cine mexicano con Libertad Lamarque como la madre abnegada por excelencia.
Por lo menos en mi caso, ser mamá puede oscilar de lo sublime a lo desesperante en un lapso de 10 minutos, todo el día, todos los días: Yo, mujer a dos escalones del cuarto piso, madre de tres, 14, 7, 5), sustento del hogar, profesora que espera poder agregar a su título el epíteto de “universitaria”, estudiante de posgrado, ama de casa por obligación pero cocinera por convicción, hija, hermana y amiga con lo que resta de mí, estoy muy lejos de ambos estereotipos maternales.
En esta vida de locos que me escogí, ser mamá en tacones o ser mamá que llora por los rincones no es nada práctico ni sostenible. Ser mamá, ahora, para mí, desde mi muy particular realidad, resulta ser lo único de la lista de obligaciones diarias que me conecta con lo esencial y me mantiene el corazón jubiloso y la mente bullendo. No quiero pecar de romántica, ni que se me acuse de aliada de Liverpool, por eso he de aclarar también que la angustia, el agotamiento y el hartazgo de cuidar, alimentar, educar, criar, acompañar y amar a tres seres humanos que dependen totalmente de mí, me llegan en oleadas, a veces más frecuentes de lo que quisiera aceptar, (en especial en este 2020 pandémico, de escuela en casa y oficina en el hogar) y me descubro pensando bajito, bajito, qué tranquila sería la vida si fuera sólo yo.
Pero en segundos me doy cuenta que ninguna sesuda conversación con intelectuales y académicos me enseña lo que aprendo de escuchar a mis niños, de verlos analizar, interpretar, comprender y explicar los pedacitos de mundo y realidad con los que se topan a diario. Ningún éxito profesional me da la satisfacción y la emoción que experimento cuando escucho a mi adolescente expresar juicios y opiniones bien pensados y argumentados. Y nada me llena el corazón tanto como saberme infinitamente amada por ellos: nadie me ve con sus ojos, nadie pelea por mi atención, nadie se preocupa por mí y para nadie significo tanto, como para ellos tres. Y sé que esto cambiará en unos años, y tendré que resignificar la maternidad con lo que la vida a esas alturas me dé, pero por ahora, ser su mamá es lo mejor de mi presente
-
- Brenda González Solórzano, psicoanalista, especialista de la etapa perinatal, madre de un niño
Lo valioso de la maternidad es el descubrimiento y auto-descubrimiento constante. Todo lo que mueve el encuentro con ese ser que además agita a las demás generaciones. Los hijos imponen movimiento en los días. Te convocan a adaptarte, a ser flexible, a ser malabarista, a practicar la plasticidad día a día; a estar de otras formas, a responder de otras maneras. Te invitan a moverte de tus propias ideas, a cambiar lo que tenías pensado de ti o de las situaciones. Pero no todo es de color de rosa, también implica jaloneos, altibajos, dificultades y retos.
Hay muchas expectativas de lo que significa ser mamá pues supone una felicidad constante. Sin embargo, poco se admiten de las dificultades y casi no se habla de los conflictos. Siempre hay una exigencia excesiva hacia las madres, más ahora que abundan páginas o blogs centrados en la perinatalidad donde pareciera que les interesa publicar recetas para ser padres perfectos e hijos felices. Lo que se necesita es abrir espacios que visualicen los momentos difíciles y las dudas, pues como sociedad estamos muy habituados al debe ser. Hay que darse la oportunidad a los errores y las rectificaciones.
La situación de encierro y aislamiento conlleva a mayores retos. La demanda que exige un bebé es extremosa y en una situación de encierro y aislamiento puede resultar abrumadora pues como madres tenemos que estar todo el tiempo disponible, sin que haya cortes y sin el acompañamiento de otras personas, como miembros de la familia, abuelos o de terceros como son los amigos, no hay manera de ir a las escuelas, a los lugares que sean aire o variedad a la relación con los hijos. Se está viendo que las mamás están sobredemandas, y más cuando se le suma la exigencia del deber ser.
Mi consejo para las mamás es aceptar la situación actual nos coloca en un panorama difícil, inusual, que a nadie le hace bien criar en soledad, ni en aislamiento, reconocer que todos necesitamos de lo externo para respirar y nutrirnos. Es necesario hablar con los demás, con amigas, en terapia, escribir, pintar, dibujar para darle salida a la situación angustiante para que los respiros y los otros puedan seguir entrando y siendo parte de la vida.
-
- Leticia Gómez González, psicoterapeuta, con master en psicoterapia psicoanalítica y en formación para obtener el grado de psicoanalista, madre de una bebé
La maternidad es la capacidad de prestar un cuerpo durante nueve meses; ser la óptica y el cristal donde el nuevo ser pueda apreciar el mundo.
El reto es cómo mantenernos emocionalmente equilibradas y hacer a un lado nuestros propios conflictos. La maternidad en sí genera una crisis pues se modifica toda la identidad de la mujer, ya no eres sólo un individuo, si no la mamá de alguien.
El desafío está en afrontar los conflictos internos como la modificación de la propia identidad y los conflictos externos como la inestabilidad que vivimos. No es lo mismo presentarle a un bebé un mundo tranquilo a uno caótico.
Lo ideal sería mantenernos contenidas sin dejar de ser, vivir y sentir para conectarnos con nuestros hijos, porque si evadimos la realidad o nos automatizamos no nos vincularemos a ellos.
Las crisis siempre presentan las posibilidades de desarrollarnos y de enriquecernos, pero primero es necesario reconocer que nuestra condición humana conlleva dificultades; que no siempre estaremos bien; que la perfección no existe; que no hay madre perfecta y que en ciertos momentos necesitamos ayuda.
Este tiempo de dificultades como el que estamos viviendo es fundamental tener apoyos para la salud mental desde una psicoterapia individual, apoyo en línea o las que ofrecen las diferentes instituciones. Habrá que pensar que tanta apertura hay por parte de las madres en buscar terapias. Hay recato en reconocer cuando uno requiere ayuda. Da miedo pensar que uno no está bien. Pero el reconocimiento de los conflictos es parte de la salud mental.
Yo invitaría a las mamás a que se den la oportunidad de ser y sentir; a no sentirse presionadas por los ideales o las exigencias sociales, ni por la idea que uno tenga por maternidad, pues la maternidad está idealizada. De ella, se dice: ‘es lo mejor que te puede pasar o tienes que estar feliz todo el tiempo’. La realidad es que hay una presión social de cumplir con ese ideal.
-
- Goretti Ruiz, diseñadora gráfica, chef, madre de dos niñas
Aprendes muchas cosas y desarrollas sentidos que no tenías antes. Yo tuve un presentimiento y desde los primeros instantes supe que estaba embarazada de mi primera hija. Cuando nació, tardé días en comprender que tenía un bebé y al poco tiempo se convirtió en un lazo inquebrantable.
Es increíble que mis hijas sepan exactamente lo que siento o estoy pensando sin decirles nada.
Pasas por muchos sentimientos, a veces no quieres dejar de verlas, y otras las quieres colgar de las orejas, pero en segundos sientes que no podrías estar sin ellas. Son lo más bonito y preciado que tengo de mi vida.
Lo único que quiero para ellas es que sean felices y que cuando no se pueda sepan levantarse.
Las amenazas principales para mis hijas y mi familia es por la violencia que estamos viviendo en el país. Antes de dejarlas ir a algún lado, investigamos bien con quién van a estar, no pueden estar solas en la calle.
Han podido llevar bien la contingencia, se adaptaron rápido con las clases y entendieron bien la magnitud de la situación sin renegar por no poder salir. Los niños son adaptables y como esponjitas, aprenden más rápido que los adultos.
-
- Helga Vega, estudiante del Doctorado en Humanidades, madre de una niña
De forma estricta, la maternidad se concreta en el momento del alumbramiento, en el instante en que un vástago sale del vientre materno, pero no es verdad, empieza desde mucho antes, quizá desde la niñez cuando se va generando un modelo, una idea; para algunas, un deseo; de lo que es “ser madre”. Por eso cuesta tanto trabajo definir la maternidad como un hecho absoluto. No hay una maternidad, sino maternidades, distintas, diversas, y guste o no, mejores y peores. Porque lo que se viene a la mente al hablar de maternidad es una imagen romántica de la crianza y el cuidado de los niños no las realidades individuales variantes y complejas de cada mujer frente a un nuevo ser humano nacido de su propio vientre.
Más allá de la exigencia social que impone a la mujer el ideal de maternidad en una edad biológica determinada, más allá del deber ser, suponiendo situaciones favorables en las que las condiciones físicas, emocionales, económicas y sociales estén dadas, de forma total o parcial, la experiencia de concebir un hijo es quizá, la más extrema de todas las experiencias de la mujer, la travesía inicia con la planeación, si hay tiempo para ello, o con la sorpresa, en otros casos; el cuerpo femenino se transforma, la psique es dominada por las hormonas, las prioridades cambian, el estilo de vida obedece al deseo de que la creación sea lo más perfecta posible; el momento en que se escucha el llanto de un hijo por primera vez, todas las emociones se viven en un solo instante: miedo, preocupación, liberación, alivio, agradecimiento, alegría, se viene un llanto sincero que anuncia un nuevo orden del universo sólo porque una mujer, en una habitación ajena, dio a luz. El día a día se convierte en un desafío para ir edificando, de a poco, lo mejor posible, un ser humano íntegro. Todo eso implica un esfuerzo tan grande y constante, que la gratificación sólo puede venir en pequeños gestos, actos, momentos o situaciones en que la mujer sonríe plena, satisfecha, amorosa, convencida de que vale la pena. Ese sentimiento nacido del actuar de otra persona es invaluable, crecemos amorosamente.
Ya es trillado asegurar que “no hay manual para ser mamá”, pero ¡cómo hay exigencias! Si por lo menos toda la inmensa gama de consejos, indicaciones, instrucciones vinieran además con la solución efectiva de los problemas prácticos, otra cosa sería; si la sociedad fuera empática y comprensiva con los horarios escolares, las labores de manutención, las obligaciones de cubrir aspectos vitales: casa, vestido, alimentación, educación, atención médica, entretenimiento y demás; para alcanzar los modelos de otros, todos son expertos, hay que olvidarse de la maternidad como un hecho de la mujer para convertirlo en un efecto sobre los hijos, desdibujarse, existir sólo y únicamente en razón de ellos, ya no se debe ser un ser humano sino una “Madre”. Lo más difícil de la maternidad no es, así, el descomunal trabajo que implica ser responsable de un ser en formación humana; no hay manera, simplemente es imposible evitar los juicios, prejuicios y obstáculos que la sociedad toda, desde todas las instancias construyen para, intencional o ingenuamente, hacer todo menos certero, menos ameno, más complicado.