Este 21 de febrero se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna, una conmemoración imprescindible para nuestro país, que cuenta 68 lenguas originarias y más de 300 variantes.
“La lengua materna es el primer signo de identidad, horizontal y social que un individuo tiene. Con la lengua materna damos forma al desarrollo de nuestro pensamiento, establecemos los primeros contactos sociales en primer lugar en el hogar y, después, más allá de ello”, explica Patricia Córdova Abundis, investigadora de la Universidad de Guadalajara.
“Con la lengua materna construimos una segunda piel que va a responder nuestros orígenes. Es una forma de identificación que nos da seguridad como individuos y como miembros de una comunidad”.
Córdova Abundis, quien también es directora de la División de Estudios Históricos y Humanos, indica que el Día Internacional de la Lengua Materna es una iniciativa muy adecuada para México, que es un país que cuenta con más de 60 lenguas originarias y más de 300 variantes.
De acuerdo con un análisis elaborado por el IIEG de la Encuesta Intercensal 2015 y el Catálogo del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), las lenguas indígenas más habladas en Jalisco son el Huichol (35.8%), Náhuatl (25.3%), Tarasco (9.5%), Mixteco (5.1%), Otomí (3.2%), Zapoteco (2.9%), Mazahua (1.9%), Huasteco (1.8%), Maya (0.9%) y Totonaco (0.7%).
El estudio, que se puede consultar en https://iieg.gob.mx/ns/wp-content/uploads/2019/08/FichaPueblosInd%C3%ADgenas2019.pdf, señala que la gran mayoría de las lenguas en peligro son habladas por los pueblos indígenas; se estima que cada dos semanas muere una lengua indígena, poniendo en riesgo sus respectivas culturas y los sistemas de conocimiento que aportan. Según la Encuesta Intercensal de 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a nivel nacional, 7 de cada 100 habitantes de 3 años y más hablan alguna lengua indígena.
Córdova Abundis señala que la diversidad lingüística responde a formas culturales distintas, que incluyen aspectos culinarios religiosos, tradicionales, que apelan a distintas formas de ser.
“Es muy importante para que nosotros hagamos eco de nuestras lenguas y las defendamos de la muerte. Se estima que desde 1960, se han extinguido más de 200 lenguas originarias en todo el mundo”.
La lengua materna cumple un rol en distintas dimensiones: en lo cognitivo, en lo social, en lo psicológico, y por supuesto en lo político, explica. “Si las defendemos ganamos mucho, con ellas, nos construimos más productivamente, somos más feliz y tendemos a una mejor cohesión cultural”.
Para preservarlas se requiere un amplio y definido presupuesto por parte de los gobiernos para formar hablantes nativos de las lenguas originarias y asegurarles su educación hasta nivel universitario. Formar -además- traductores e intérpretes y peritos que puedan desempeñarse en distintos ámbitos, no sólo en temas educativos o culturales, también en la salud, la política y en lo jurídico.
“Actualmente los hablantes de lenguas originarias – más de 7 por ciento de la población- quedan desvalidos frente a las instituciones gubernamentales y educativas cuando no tiene un interlocutor que sea fiel traductor.
“Incorporar las lenguas maternas de manera respetuosa y proactiva, tendría un impacto muy positivo. Incluso en la población cuya lengua materna es el español, debido a que podríamos reconocer la existencia de otras lenguas, a desarrollar empatía, a respetar la diversidad. Es decir, a los otros y a sus formas de ser. Podríamos enriquecernos como personas y como sociedad”.
Concordia entre hablantes de lenguas maternas
La investigadora dice que un peligro latente es que se tomen posturas y se polarice el tema de los hablantes de las lenguas maternas, ya sea por posturas políticos o por colectivos que buscan crear antagonismos.
“Hay que reconocer que el español actual es el mexicano y hace mucho tiempo dejó de ser una lengua colonizante. Para una buena difusión de las lenguas maternas es necesario un ambiente de concordia y respeto a la diversidad lingüística y cultural”.
“Los indígenas de nuestro país se sienten muchas veces rechazados, porque se les dice que no hablen su lengua o porque sus propios padres los obligan a hablar español, debido a que tienen asegurado una mayor incorporación en el entorno económico. Mientras que, para los hablantes del español, les cuesta mucho trabajo aprender las lenguas indígenas porque usan otro sistema lingüístico. De esta manera, hay una discriminación (de ambas partes) por ignorancia y miedo”.
Para que esto se acabe, señala, es necesario que se formen intérpretes y traductores de lenguas originarias y se promueva el contacto cotidiano en ambientes educativos a fin de que las lenguas se perciban de manera natural y que sean dignas de aprecio.
“La complejidad de las lenguas originarias no debe repelernos. Entender una lengua de un grupo originario nos enriquece, sensibiliza, humaniza y esto no significa la mitificación, sino una posibilidad de enriquecer nuestra visión del mundo. Aprender una lengua es una aventura, es una riqueza increíble, un ejercicio espiritual, mental que propicia el desarrollo individual”, explica Córdova.
Las literaturas indígenas tienen mayor conexión con los elementos naturales, a los valores trascendentes y con situaciones que nos asustan a la sociedad industrializada y fundada en el egoísmo y la individualidad.
Para la investigadora, el respeto a la diversidad lingüística es conservar la diversidad de identidades y este mundo solo va a sobrevivir aceptando la variedad de formas de ser y de existir. “Cuando perdemos una lengua originaria nos empobrecemos y nos hacemos monotemáticos. Es muy similar a perder especies, se deja de respetar a alguien que es distinto a mí y que me puede mostrar su cultura”.