Cada 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Suelo como propuesta de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) a fin de compartir experiencias sostenibles y recuperar un suelo el cual no es un recurso infinito.
“El suelo es el área que soporta la vegetación, es la parte orgánica del territorio”, dice Miguel Enrique Magaña Virgen, jefe del Departamento de Ciencias Ambientales del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) de la Universidad de Guadalajara.
“Se forma a partir de la roca madre cuando empieza a desintegrarse por efectos del tiempo, por los ácidos orgánicos, por la temperatura del agua y del sol”, detalla el experto en Impacto Ambiental.
El suelo es un factor del medio ambiente ligado a los demás elementos de la naturaleza. Convive junto a plantas, insectos y bacterias que representan la parte orgánica, es decir, en el suelo se mezcla lo vivo (vegetales y animales) y lo no vivo (la roca).
“Los cuerpos o los cadáveres de los animales o las bacterias forman lo que se llama un ecosistema de suelo, donde hay gases, oxígeno, nitrógeno, fósforo, potasio que dan vida a plantas, raíces, árboles, arbustos, herbáceas y pastizales, que generan a la vez elementos nutritivos muy importantes para que crezcan los alimentos: papas, zanahorias o tubérculos”.
La cantidad de materia orgánica que tiene el suelo define su tipo, su aprovechamiento y los servicios ecosistémicos que presta. Pueden ser arenosos, arcillosos o la combinación de ambos, su clasificación dependerá de las rocas que lo han formado y su nivel vegetación que determina el clima.
“El tipo de suelo también define y determina los ejemplares y calidad de plantas, así como la capacidad de captar agua para alimentar los acuíferos”, indica Magaña Virgen.
De esta manera, el suelo proporciona biodiversidad, vegetación, agua y alimento, regula las inundaciones, sequías y degradación del terreno, sin embargo, el maestro Magaña señala que la ignorancia es el factor que no nos permite conservarlo adecuadamente.
Las personas creen que el suelo no tiene ningún tipo de valor; se apropian de él, por asuntos de carácter personal o se toman malas decisiones para su uso. Por ejemplo, al desmontarlo le quitan toda la capa de vegetación quedando expuesto al viento y el agua, provocando arrastres de lodo a las partes bajas, que azolvan los arroyos.
El desmonte también representa la desaparición de la capa de vida dejando áreas erosionadas sin materia orgánica, ya que queda la formación geológica. “Al no tener vegetación, la relación de evaporación, infiltración y escurrimientos, se altera, entonces aumentan los escurrimientos y la infiltración disminuye, por lo tanto, los acuíferos empiezan a tener menos agua y es cuando la población necesita cavar pozos a mayor profundidad para sacar agua, aunque cada vez de más mala calidad, con arsénico”.
Cuando se coloca cemento sobre el suelo, no se permite la infiltración y es cuando se inundan las ciudades. Además, los sectores productivos introducen –al suelo- pesticidas, metales pesados, químicos o agroquímicos que cambian su PH, empobreciéndolo, degradándolo y contaminándolo.
Magaña Virgen indica que la legislación mexicana en materia ambiental, es buena, pero hace falta que todos los sectores: funcionarios, productores, empresarios, campesinos y ganaderos, la respeten, pues el suelo es un recurso no renovable, ya que se requieren entre 400 y 500 años para la intemperización, es decir, para que existan las condiciones ambientales para que la roca sólida expuesta en la superficie terrestre, experimente demolición y degradación.
Es necesario además que cada uno de nosotros tengamos amor por la vida, por la naturaleza y comprendamos que la tierra es la única que tenemos y nos toca protegerla.