Si Inés se comparara con un elemento de la naturaleza podría representar a una ceiba. Pues en la mitología maya es un árbol sagrado donde los seres humanos descansan las fatigas y agonías. Su bello follaje sirve de amparo y alimento. Representa además el valor de la reinvención por ser parte de la existencia y el devenir.
Inés Vázquez Gutiérrez nació en Guadalajara un 30 de mayo de 1977. Es Géminis. Se recuerda como una niña extrovertida, amiguera y sociable que pasaba los veranos en la casa de campo de sus padres, cantando, caminando por el bosque, recogiendo flores, y saludando a los vecinos. Junto con sus dos hermanos mayores tuvo una infancia bonita y feliz.
Inés es de las personas que tiene el don de transformarse, por ello no es de sorprenderse que sepa de medicina, comercio, música, cine y de clasificación arancelaria. “Siento que el ser humano es versátil, que no fue hecho para hacer una sola cosa. Creo que los humanos tenemos la posibilidad de reinventarnos y hacer lo que deseamos. Nuestra mente puede ser tan grande como queramos, por eso me gusta aprender cosas nuevas”.
Siempre le interesó la medicina y la idea de ser doctora. “Intenté en dos ocasiones ingresar a la Universidad de Guadalajara, pero en aquel tiempo no aceptaban estudiantes que venían de colegios. Así que estudié Comercio Internacional en la UNIVA, una carrera que disfruté muchísimo”.
Sus prácticas profesionales y su servicio social los realizó en una agencia aduanal, ahí hacía los trámites necesarios para la importación y exportación de productos.
Al salir de la universidad, trabajó en el Sistema Estatal de Información Jalisco (SEIJAL) donde permaneció por 15 años hasta que la institución se fusionó con otras dependencias para formar el Instituto de Información Estadística y Geográfica del Estado de Jalisco (IIEG), lugar donde hoy labora. “El 1 de marzo cumplí 20 años trabajando para el Gobierno del Estado, y se ha pasado muy pronto porque me gusta lo que hago”.
Ha impulsado distintos proyectos como comercio exterior, análisis de información económica y manejo de relaciones externas, entre otros. Se encargó, -entre otras muchas otras cosas- de redactar investigaciones, capacitar sobre el uso de las plataformas, coordinar reuniones, consejos consultivos, informes y elaborar manuales.
Actualmente continúa haciendo algunas de esas labores, pero además recibe a grupos tanto de universitarios como de organizaciones civiles, empresariales y políticos para mostrarles el trabajo del organismo. Coordina las sesiones en las que se difunden las actividades del IIEG. Se encarga del programa de empleo temporal y apoya a estudiantes para que realicen sus prácticas profesionales y presten su servicio social en el organismo.
“El IIEG es una mina de oro por los datos que maneja. Nos sirve para reflexionar y tomar decisiones para nuestra vida profesional y personal”.
Inés no sólo dedica su tiempo al IIEG, también, hace casi 4 años, inició la licenciatura en homeopatía, la cual recién concluyó. Tiene un consultorio donde apoya a sus pacientes y pasa tiempo de calidad con su familia, su esposo y sus dos hijos, que son “estudiosos, dedicados, y deportistas”.
A Inés, le encanta el buen cine y el rock, dice sentirse orgullosa por su capacidad de hacer varias cosas a la vez y muy variadas. “Tengo la virtud de trabajar bajo estrés y con una actitud positiva. Podría decirse que soy tenaz, determinada y persistente. No me rindo fácilmente. Cuando me propongo hacer las cosas, las hago hasta el final”.
Ella valora extraordinariamente la vida pues estuvo en dos ocasiones muy cercanas al límite de la existencia.
La primera, cuando ella y su familia tuvieron que separarse al perder su casa. Fue el trágico 22 de abril de 1992 cuando calles y hogares del centro de Guadalajara quedaron destruidas por las explosiones que produjo la gasolina que circulaba por las alcantarillas. Fueron testigos de la muerte de algunos de sus vecinos; ayudaron a salir a personas de los escombros, y movilizaron a heridos. Perdieron dinero y su hogar. La familia se separó para ir a vivir con amigos mientras encontraban un nuevo espacio para estar juntos.
La otra ocasión, fue cuando Inés, embarazada de ocho meses, se cayó de las escaleras. Por la caída se rompió la pierna, se desmayó y perdió sangre.
Inés despertó por el dolor, se arrastró hacia el teléfono y pidió ayuda a su esposo que estaba en el trabajo. Él, la llevó al hospital donde le hicieron una cirugía de emergencia, pero sin anestesia para no dañar al bebé. Desafortunadamente, el embarazo se complicó.
Inés recuerda: “escuché a los médicos decir, ‘la bebé no reacciona’ y empecé a ver oscuro, ya no supe de mí. Entré en coma. Me dio una tromboflebitis, es decir, un coágulo se me fue a la pierna. Tenía fiebres intensas. Afortunadamente mi bebé reaccionó, pero yo no la pude ver hasta dos meses después. Por la gravedad de la lesión, me mandaron a morir a casa. Me confesé y recibí los santos óleos. Y como cita bíblica, al tercer día empecé a mejorar. Nadie se explicaba por qué”.
“La vida se va en unos segundos. No tiene sentido aferrarse a las cosas materiales. La esencia de la vida está en disfrutar y pasar el mayor tiempo posible y de calidad con nuestros seres amados. Eso es lo que nos vamos a llevar. Aunque suena muy trillado: tenemos que vivir día a día como si fuera el último y tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran”.