Este 25 de noviembre es el Día internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el cual se declaró para eliminar todo acto que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de la libertad.
La violencia contra las mujeres tiene su raíz en un sistema patriarcal violento y su dimensión política que se percibe en la educación y la justicia, explica Verónica Marín Martínez, profesora investigadora del Departamento de Psicología Aplicada del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara.
La violencia se refleja en varios aspectos de la vida cotidiana: en los roles sociales, en los refranes que aluden a estereotipos que se supone tenemos que obedecer o en ciertas tradiciones que dañan, denigran y anulan la voluntad de las mujeres.
En México es un problema muy grave debido a que obedece a una estructura que, en muchas ocasiones, protege a los agresores o cuando menos les permite ejercer violencia sin que exista reparación del daño, del maltrato o el feminicidio.
Fue apenas en 1955 cuando las mujeres logramos votar en este país y todavía seguimos dando la batalla para que exista el acceso a educación sexual o a servicios de salud donde realmente se repartan los métodos anticonceptivos, explica Marín Martínez.
“El problema es que aún existen muchos prejuicios, por ejemplo, cuando vas a pedir un anticonceptivo te dicen que eso no lo pide la gente decente, que depende de la voluntad de Dios o que estás faltando a tu papel como mujer, pues tener hijos es la única manera de sentirte realizada y en las instituciones este tipo de actitudes se condena”.
Por ello, es urgente revisar nuestras propias tradiciones, lo que significan y preguntarnos si denigran a las mujeres. La clave es la educación, tanto en las aulas como en la familia, para contener expresiones inadecuadas que se presentan desde los primeros momentos de la infancia.
Lo primordial es desenmascarar la violencia para que no se normalice. Es necesario transformar nuestras actitudes y no tolerar ningún abuso, ni en nuestra vida pública, ni en la personal.
La psicóloga Verónica Marín Martínez dice que la injusticia consecutiva e histórica que han vivido las mujeres nos hace pensar que no hay otras posibilidades de vida, pero siendo críticas y no tolerantes ante la violencia será posible ir desterrando poco a poco estas conductas agresivas.
En muchas ocasiones los principales agresores de las mujeres son los hombres en quienes confían o los familiares, por ello, es necesario que se analice y se comprendan las graves consecuencias de ejercer violencia en la comunidad y cambiar las actitudes y esquemas que propician la violencia.
En México se asesinan a 10 mujeres cada día. La Asociación Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) registra un 97% de impunidad, por ello la sociedad necesita exponer a las instituciones que no han avanzado en proveer justicia y equidad.
Según la ONU, la violencia es una causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad reproductiva tan grave como el cáncer y es una causa de mala salud mayor que los accidentes de tránsito y la malaria combinados.
«La violencia sexual contra las mujeres y las niñas tiene sus raíces en siglos de dominación masculina. No olvidemos que las desigualdades de género que alimentan la cultura de la violación son esencialmente una cuestión de desequilibrio de poder», explicó en 2019 António Guterres, Secretario General de la ONU.
La violencia contra la mujer sigue siendo un obstáculo para alcanzar igualdad, desarrollo, paz, al igual que el respeto de los derechos humanos de mujeres y niñas. La promesa de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de no dejar que nadie se quede atrás, no podrá cumplirse sin primero poner fin a la violencia contra mujeres y niñas.