Karla Jauregui, experta en procesos artísticos y artesanales, explica para Strategos que la artesanía es reflejo de nuestros símbolos, nos da identidad y valora nuestra cultura e historia.
La artesanía imprime en los objetos valores culturales, imaginarios, simbólicos, cosmogónicos e históricos de nuestras regiones y en eso radica su valor, indica Karla Verónica Jauregui Quintero, investigadora en la Universidad de Guadalajara, a propósito del Día del Artesano celebrado el 19 de marzo.
Jalisco tiene una gran tradición artesanal que se remonta al año 350 antes de Cristo, periodo en que se asentó la población prehispánica en los Guachimontones, una ciudad milenaria ubicada en el municipio de Teuchitlán, aproximadamente a una hora de Guadalajara, y en donde se encontraron artesanías dentro de las tumbas de tiro.
“Además, tenemos un gran arraigo en la elaboración de objetos con la piedra de obsidiana, en la producción de textiles, en la talabartería, en la alfarería, en el vidrio soplado, estirado y azogado; en la cantera, en la cerámica, en el tejido en pita, y en el trabajo de moldeado, por nombrar algunos”, dijo la experta en procesos artísticos.
De acuerdo con datos de nuestro Instituto y con base al Censo Artesanal 2018, en Jalisco hay 6 mil 733 artesanos distribuidos en las zonas del Norte, Centro y Valles. La región Centro cuenta con 3,644 artesanos, el 34.7% se dedican a la alfarería, el 12.4% al arte indígena, el 8.1% a la metalistería, y el resto a otro tipo de artesanías. Tonalá es el municipio con la mayor cantidad de artesanos seguido de Tlaquepaque y Guadalajara.
En la Zona Norte hay 2,306 artesanos. El 72.5% dedicados al arte indígena, el 12.1% a la Talabartería, 6.9% a la artesanía textil, y el resto a otro tipo de artesanías. Mezquitic es el municipio con la mayor cantidad de artesanos, le siguen Bolaños y Colotlán.
Mientras la región Valles tiene 783 artesanos, el 25.9% se dedican a la lapidaria, el 21.8% a textil, 13.3% a la fibra vegetal, y el resto a otro tipo de artesanías. Magdalena es el municipio con la mayor cantidad de artesanos seguido de Ameca y Tequila.
Los datos completos los puede consultar en https://iieg.gob.mx/ns/?page_id=21668.
En el umbral de lo místico
Respecto a la artesanía ancestral, en Jalisco tenemos la creada por los wixaritari, que equivocadamente se les llama huicholes. La palabra huichol quiere decir “el que huye”, mientras el término wixárika significa “persona de corazón profundo que ama el conocimiento”.
Jauregui Quintero, conocedora de los aspectos históricos, iconográficos y simbólicos del arte y la artesanía, detalla que los wixaritari son personas que habitan en los lugares de plantas espinosas. Son etnias situadas en la Sierra Madre Occidental en la confluencia con los estados de Jalisco, Nayarit, Durango y Zacatecas.
En Jalisco se encuentran en Tuxpan, en el municipio de Bolaños; así como en San Sebastián de Teponahuastlán; en Santa Catarina Cuexcomatitlán y en San Andrés Cohamiata, municipios de Mezquitic.
“La cultura de los wixaritari se mantiene viva por resistir a la conquista espiritual; por su lucha en conservar su cosmovisión y por mantener sus costumbres que impregnan en sus objetos artesanales”.
La artesanía wixárika tiene un sentido místico. Nos permite ver las imágenes que visualizan los chamanes cuando consumen peyote o hikuri, cactus sagrado con el que pueden traspasar el umbral de lo desconocido y relacionarse con lo divino.
Para la elaboración de sus objetos artesanales utilizan estambres de colores que se adhieren con cera o pegamento en tablas. Usan también la chaquira para hacer su joyería: aretes, anillos, collares, o brazaletes. Además, adhieren la chaquira a cintos, calzado, bules, instrumentos musicales, o figuras de madera.
La chaquira es un elemento sagrado que significa vida. Es comparada a las semillas de maíz y utilizada en los rituales de purificación. Además, cuando usan la chaquira para adornar una jícara buscan representar lo femenino, y cuando engalanan una flecha representa lo masculino.
Los principales símbolos que se aprecian en sus creaciones son el venado, el peyote, el maíz, el sol, el águila, la serpiente, y el alacrán, imágenes que se ven en sus indumentarias, bordados, lienzos y en sus morrales.
Para los wixaritari, el azul es el color de la lluvia y el agua, simboliza al dios Rapawiyene y a la laguna sagrada de Chapala. El blanco, aunque está asociado con las nubes y el aire, también lo vinculan con la muerte. Mientras el rojo, representa al peyote y a la zona de Parierekua y alude a los atributos de la vida y de los dioses.
La protección del Ojo de Dios
Un elemento muy importante en sus creaciones es el Ojo de Dios, es decir, una cruz de madera cubierta por estambres de colores que replica la forma en que está constituido el universo, y representa los puntos cardinales: Norte, Sur, Oriente y Poniente.
El Ojo de Dios es un amuleto que simboliza poder y protección. Se utiliza principalmente para resguardar el alma de los niños, pues los wixaritari creen que el alma del ser humano reside en el centro de la cabeza y que durante los primeros 5 años de vida los pequeños están en peligro de perderla por el hueco de la mollera, por ello, protegen la cabeza con un Ojo de Dios que se aproxima a la forma del hueso faltante.
Cuando la niña o el niño cumple un año, la familia va al templo y lleva como ofrenda un Ojo de Dios con un sólo rombo; cuando cumple dos, se le añade un rombo más con color distinto hasta completar los cinco años, pues a partir de esa edad los pequeños ya podrán llevar por sí solos las ofrendas a sus dioses.
El Ojo de Dios está relacionado con el dios Kauyumari, el venado azul, que ve y comprende los misterios del mundo.
Los wixaritari reconocen que vienen del agua de la diosa Tatei Haramara o Nuestra Madre, el Mar, cuenta Jauregui Quintero, experta en colectivos de artesanos y sobre la cosmogonía de los wixaritari. “Se representan además como maíces de colores”, y en su cosmovisión Wirikuta, el desierto de San Luis Potosí, es un sitio sagrado porque ahí apareció por primera vez el Sol en la Tierra, además es camino para peregrinar al autoconocimiento.
La artesanía wixárika ha tenido cambios generacionales, por ejemplo, en 2010, ocho artesanos de Jalisco y Nayarit decoraron con 2 millones de chaquiras un Volkswagen Sedán, conocido como el Vochol, automóvil que le ha dado la vuelta al mundo. “Este trabajo da la posibilidad al público que vive en otras partes a conocer más la visión y la cultura wixárika, y eso abona mucho al reconocimiento de su tradición”.
Jauregui explica que el arte es una manifestación que imprime la percepción única del artista respecto a su visión del mundo y es creada con base a sus imaginarios. Mientras que la artesanía muestra los valores, las costumbres, las tradiciones, y los rituales de una comunidad y es por eso que tiene un valor único.
El valor de la artesanía en Jalisco es inmenso, recalca Jauregui, quien colaboró en el Premio Nacional de la Cerámica, en el Museo Regional de la Cerámica, y dirigió el Museo del Premio Nacional de la Cerámica en Tlaquepaque.
Se tienen trabajos excepcionales en cada expresión artesanal: en la joyería en oro y plata y en el cobre, en la cerámica, en la herrería, en sillas de montar, en los rebozos, en los equipales, los tapetes, las canastas, las maquetas de chicle o en los nacimientos con hoja de maíz. “La artesanía refleja nuestros símbolos, nos da identidad, valora nuestra cultura, nuestra historia, y nuestros orígenes”.