La educación se transformó radicalmente debido a la pandemia. Hoy en día los estudiantes deben ser autónomos, crear, investigar y adquirir sus propias experiencias cognitivas; reflexionan dos expertas de la UdeG, en el Día Internacional de la Educación, celebrado este 24 de enero.
A raíz de la pandemia, de la noche a la mañana, las clases impartidas en una típica aula -con elementos físicos y un profesor frente a un grupo- se transformaron radicalmente a clases digitales, con uso de tecnología, internet, comunicación en línea y plataformas educativas.
Nancy Maricela González Robles, doctora en Gestión de la Educación Superior por la Universidad de Guadalajara (UdeG), dice que esta transformación será permanente y no habrá retorno. “Ya no vamos a regresar a la presencialidad tal como la conocíamos, pues los medios, recursos y paradigmas se transformaron”.
Para María Elena Chan Núñez, doctora en Educación y Jefa de Programas Estratégicos también de la UdeG, estos cambios han sido duros, dolorosos y frustrantes para toda la sociedad.
“No ha sido fácil pasar tanto tiempo frente a la máquina, menos para los jóvenes que se divertían en la pantalla y que ahora deben hacer cosas a las que no estaban acostumbrados”.
Ambas expertas coinciden en que el reto que se debe enfrentar es transformar la educación virtual.
González Robles, quien también es miembro de la Coordinación de Diseño Educativo del Sistema de Universidad Virtual, señala que la clase que se da en el formato presencial no tiene que ser la misma que se presenta en la plataforma.
Explica que el profesor debe ser facilitador y mediador de conocimiento, ofrecer herramientas para que los estudiantes desarrollen competencias autogestoras, para que administren sus tiempos a través de diversas herramientas: buzones, foros de discusión o conferencias.
“No se trata de permanecer seis horas frente a la pantalla escuchando al maestro, la idea es que los alumnos tengan un guía, una persona que los apoye, que resuelva dudas, que plantee ejercicios o estudios de caso”.
Los alumnos deben indagar, investigar y discriminar información para obtener lo que es útil. Deben crear contenidos, ser responsables de sus propios conocimientos. El estudiante asistirá a clase a interactuar, discutir, practicar y hacer preguntas.
Augura que en las clases presenciales habrá mayor apoyo tecnológico. Serán híbridas, pues los profesores que no usaban -por ejemplo, power point- se les facilitará usar recursos tecnológicos en sus clases.
Autonomía del alumno
Chan Núñez, experta también en Innovación Educativa, destaca que lo más importante para la educación virtual es la autonomía.
Los estudiantes deben aprender a trabajar de forma independiente y los profesores deben asumir menos el control, pues el verlos conectados todos los días no significa que están aprendiendo, más bien el reto será dejar tareas, proyectos o casos que sean emocionantes para los estudiantes, señala.
“Cuando a los estudiantes se les presenta una situación estimulante, se interesan en investigar, por ello, es importante conocer de sus temas de interés y desarrollar los programas educativos alrededor de eso.
“Los tiempos de pantalla serán utilizados para que los estudiantes exhiban sus trabajos, expongan sus dudas y no tanto para que escuchen al profesor y eso reduciría mucho el consumo de datos. Será una educación más centrada en la actividad. Es primordial acostumbrar a las personas a realizar ejercicios de investigación y creación, pues es ahí donde se desarrolla el pensamiento y la autonomía.
“En la medida que logremos estudiantes más autónomos, que trabajen por gusto, por su cuenta, en proyectos de su interés, eso será el gran cambio en la educación”.
La académica advierte que la autonomía no se logra de un día a otro ni por decreto, pero sí por medio de métodos enfocados a la independencia y a la colaboración. El equilibrio entre independencia y participación de los otros preparará a los estudiantes a desarrollarse de forma individual y en cooperación de los demás.
Educación en tiempos de pandemia
Para Chan Núñez, la educación es el proceso de la cultura que se socializa de generación en generación y nos permite tener en común valores, principios, conocimientos, cosas que compartimos y por las cuales las relaciones se facilitan. Nos permite compartir códigos.
González Robles, por su parte, dice que la educación es un elemento civilizatorio. Ayuda al ser humano en la adquisición de conocimiento y de valores.
La pandemia ha sido una enorme lección para la humanidad y ha tenido claroscuros en temas de los procesos educativos.
González Robles explica que los efectos positivos de estos cambios en la educación fueron la adaptación, que se desarrollaron habilidades de autogestión de información, pensamiento crítico, habilidades de comunicación en medios tecnológicos y creación de contenidos. Los estudiantes se volvieron protagonistas de sus propios procesos.
“Lo negativo fue la sensación de miedo a lo desconocido, las limitaciones en la socialización física, la pérdida del maestro, compañeros, de los actos académicos como las graduaciones; generaron desmotivación para seguir estudiando. Muchos estudiantes desertan un ciclo escolar esperando regresar a lo presencial, pero resultó que no, y que es incierto y perdieron las opciones de educación”.
Para Chan, lo positivo fue la adaptación rápida al uso de la tecnología y la comprensión de las emociones del otro a pesar de la virtualidad. “Lo negativo es que se continúa haciendo los mismos rituales que en el aula física: tomando asistencia, el control y la preocupación que los niños tuvieran que estar frente a la pantalla”.
El problema también ha sido la falta de recursos, pues muchos estudiantes y profesores no tienen computadora o conexión a internet. Es importante que exista la conectividad pública para recuperar a quienes se quedaron rezagados.
La educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva. La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 24 de enero Día Internacional de la Educación, en celebración del papel que la educación desempeña en la paz y el desarrollo.
Sin una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos y de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos.