“Los bosques y el cambio climático” es el tema de este año
Este año el tema del Día Internacional de los Bosques (DIB) es: Bosques | Clima | Cambio, escogido expresamente para destacar las formas en que están vinculados los bosques y el cambio climático con la finalidad de concientizar a la población mundial de la relación entre los bosques y las causas del cambio climático.
Los bosques y los árboles nos suministran alimentos y nos protegen de manera inestimable, proporcionan el aire puro que respiramos y el agua limpia que bebemos, hospedan y salvaguardan la biodiversidad del planeta y actúan como nuestra defensa natural contra el cambio climático. La vida en la tierra es posible y sostenible gracias a los bosques y árboles (FAO).
Pese a los increíbles beneficios ecológicos, económicos y sociales que nos brindan los bosques, la desforestación continúa a un ritmo de 13 millones de hectáreas al año (a nivel mundial) y es responsable de entre un 12 y un 20% de las emisiones de gases que producen el efecto invernadero y contribuyen al calentamiento global (ONU).
El detrimento de masa forestal derivada de la deforestación de bosques y selvas, genera la pérdida y el aislamiento de los hábitats, lo que se conoce con el término de fragmentación (Collinge, 1996). La fragmentación se considera una de las principales amenazas a la diversidad biológica (Harris, 1984; Wilson, 1988; Saunders y Hobbs, 1991; Alverson y otros, 1994; McCullough, 1996; Pickett y otros, 1997; Fielder y Kareiva, 1998).
Generalmente la fragmentación está asociada a los efectos negativos derivados de las acciones del hombre, que conllevan a una modificación intensa del territorio y que se traducen en una pérdida importante de los hábitats naturales y en la disminución, e incluso, en la extinción de especies.
Las principales causas de la fragmentación son la expansión de los centros poblacionales, los procesos de industrialización, la agricultura y silvicultura intensivas, y la expansión de las infraestructuras viales; ésta última no tanto por la pérdida de superficie neta, sino por la ruptura en el funcionamiento del conjunto del territorio.
La fragmentación es un proceso continuo y dinámico, cuyos efectos en la estructura del paisaje pueden describirse mediante índices como el porcentaje de hábitat natural, número de fragmentos, etcétera. Según proponen Hobbs y Wilson (1998) podríamos distinguir un gradiente continuo con cuatro niveles de alteración del paisaje: intacto, salpicado o jaspeado, fragmentado y relicto. A medida que aumenta la pérdida de superficie de hábitat, disminuye la conectividad y se hace más claro el efecto borde.
Los procesos de fragmentación provocan una disminución de las cubiertas vegetales, dejando la vegetación original de un área determinada reducida a pequeños fragmentos aislados unos de otros inmersos en una matriz más o menos alterada.
Según las teorías de la percolación (O’Neill y otros, 1992; With y Crist, 1995; With, 1997) los sistemas naturales con menos del 60% de hábitat natural comienzan a tener problemas derivados de la disminución de superficie de hábitat. Las políticas de conservación de la naturaleza deben cuestionarse hasta qué umbral de pérdida de hábitats puede asumirse.
La fragmentación, conlleva efectos espaciales que pueden resumirse en tres (Forman, 1995):
- Disminución de la superficie de hábitat.
- Reducción del tamaño de los fragmentos.
- Aislamiento de los fragmentos en el paisaje. (Este efecto tiene un componente funcional importante ya que la matriz o área alterada puede ser más o menos permeable según las especies).
Los procesos que se ven más afectados por la fragmentación del paisaje son aquellos que dependen de organismos específicos que, para completar sus procesos biológicos, dependen de hábitats interconectados, por ejemplo: la dispersión de semillas, la polinización de las plantas, las relaciones predador-presa (procesos ecológicos frágiles por su dependencia de vectores animales que a su vez tienen limitado el movimiento por el paisaje).
Estos efectos amenazan la supervivencia de los organismos afectados en tres sentidos (Santos y otros, 2002, Atmar y Patterson, 1993, Lawton, 1993, Hanski, 1998):
- Al disminuir la disponibilidad de superficie del hábitat, se produce una pérdida neta en el tamaño de las poblaciones que lo ocupan.
- La reducción de los fragmentos produce un aumento en la relación perímetro – superficie, lo que aumenta la permeabilidad de los fragmentos a los efectos de los hábitats periféricos.
- El aislamiento de los fragmentos, y por tanto el aumento de la distancia entre ellos, dificulta el intercambio de individuos, que se asocia en muchas ocasiones a la progresiva desaparición de las especies presentes en los fragmentos. Este fenómeno provoca que sólo las especies más resistentes o generalistas[1] logren mantenerse, mientras que las más sensibles quedan relegadas a los fragmentos de mayor tamaño.
En Jalisco, la fragmentación de hábitat es un problema importante por atender, un ejemplo claro de este problema es la pérdida de la conexión entre los cuerpos montañosos debido a las grandes extensiones de cultivo en las planicies. Una zona del estado con este problema es el Valle de Teuchitlán, donde ya no existe conexión entre el Volcán de Tequila y el cerro Cuauhtépetl a causa de la pérdida de continuo de vegetación natural que los conecte.
En un ejercicio realizado por el Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG), se midió la fragmentación para las subcuencas hidrográficas (SIATL, INEGI) tomando en consideración únicamente el efecto de disminución o pérdida de hábitat. Se consideró como hábitat natural a la vegetación sin alterar y como matriz los usos de suelo (Uso de Suelo y Vegetación, Serie V, INEGI).
Como resultado de este ejercicio, se encontró que el 77% de la superficie del estado presenta niveles de alteración del paisaje elevados. Es decir, 54% del territorio de Jalisco tiene un nivel de alteración del paisaje fragmentado y un 22% en relicto.
De acuerdo a los niveles de alteración establecidos por O’neil, las subcuencas con hábitat natural en etapa de relicto se localizan en las regiones Altos Norte, Altos Sur y Ciénega. Todas las regiones presentan alguna subcuenca con nivel fragmentado, pero resaltan en este nivel las regiones Sur, Sierra de Amula, Costa Sur y Valles. Las que cuentan con mejores condiciones de hábitat al existir aún superficies con condiciones mejores el encontrarse en el status de salpicado son las regiones: Norte, Costa -Sierra Occidental.
[1] Especie generalista: especies que pueden tolerar condiciones ambientales distintas.