Un mes de septiembre, pero de 1970 se erige como ciudad la villa de Chapala. El cronista Rogelio Ochoa describe sobre las tradiciones ancestrales de este lugar, su arquitectura, festividades y sus paisajes naturales.
Rogelio Ochoa, cronista municipal de Chapala, comparte su pasión por la historia y la riqueza cultural de su pueblo. Originario de este lugar, describe a Chapala como una población con una profunda carga histórica, donde cada rincón cuenta una historia, desde los asentamientos prehispánicos hasta su transformación en un destino turístico.
El nombre de «Chapala», según diversas interpretaciones, podría significar «lugar de búcaros» o «lugar de ollas pequeñas». Aunque hay quienes han sugerido que también podría referirse a «chapulines sobre el agua», esta idea se descarta por la falta de evidencia visual. Ochoa destaca la presencia común de libélulas en el área, lo cual añade una particular conexión con la naturaleza que los habitantes del pasado tenían.
De acuerdo con el Diagnóstico Municipal de Chapala, que realizó nuestro Instituto, Chapala tiene una superficie de 128 Km y se localiza en la región sureste de Jalisco. Este municipio alberga dos áreas naturales protegidas con un área de 4,705.86 hectáreas (ha) lo que representa el 36.7% de todo el territorio municipal. Además, se cuenta con 1.4% de humedales y 1.5% de sitios ramales o humedales de importancia internacional.
Uno de los aspectos más fascinantes de la historia de Chapala, es la abundancia de hallazgos arqueológicos en las orillas del lago. Ochoa, junto a un grupo de exploradores jóvenes, ha descubierto piezas prehistóricas hasta restos de mamuts, mastodontes, dromedarios y caballos. Estos descubrimientos, además de ser testigos del pasado lejano, muestran el carácter místico de la región, donde los antiguos habitantes realizaban rituales y ofrendas en honor al lago y la naturaleza circundante.
Los cocas, un grupo náhuatl que llegó a ese territorio, dejaron una marca significativa en la cultura local. Según Ochoa, sus rituales eran únicos, como la creación de búcaros, pequeñas ollas con picos, donde colocaban sangre que extraían de su oreja por un pinchazo y la ofrendaban tanto al lago como a las montañas para pedir por un buen temporal de lluvias y para que no los inundara. Otro de los rituales más bellos, conocido como «los lagrimales», consistía en que las mujeres, al dar a luz, recogían sus lágrimas en pequeñas cucharitas y las lanzaban al lago como un regalo simbólico.
Uno de los rituales que ha perdurado hasta nuestros días, ha sido el darse un baño en la madrugada dentro del lago para honrar a la diosa Machis o diosa Michicihualli que significa pez y doncella. Simboliza el espíritu de lago y dueña de los vientos que controla la naturaleza. Antes, para ella, se hacían sacrificios humanos llamados sangrías para tener buena pesca y la agricultura, sin embargo, por esos rituales también se le consideraba una bruja malévola. “Algunos la representan como una sirena. Todavía los pescadores se aseguran de que la han visto”, indica Ochoa.
La belleza arquitectónica
Ochoa, quien fue director de Cultura, explica que la llegada de los frailes franciscanos, entre ellos Fray Miguel de Bolonia, cambió la vida de los habitantes de Chapala. Este misionero italiano es recordado no solo por su labor evangelizadora, sino también por su sencillez y cercanía con la gente. Fue él quien introdujo a la Virgen de San Juan de los Lagos en la región y difundió la fe cristiana a través de la música.
Durante la época del Porfiriato, Chapala se transformó en un centro turístico gracias a la influencia de arquitectos y visionarios extranjeros. Uno de los personajes más destacados nacido en Chapala fue el arquitecto Manuel Gómez Ibarra, responsable de obras tan emblemáticas como las torres de la Catedral de Guadalajara. Junto a otros arquitectos como Guillermo de Alba, contribuyeron a la construcción de villas y hoteles que atrajeron a la élite mexicana y extranjera. El hotel Arzapalo, construido en 1898, fue el primer gran establecimiento turístico de la región y ofrecía aguas termales directamente a las habitaciones, lo que lo convertía en un lugar de descanso y lujo.
A medida que Chapala se consolidaba como un destino turístico de renombre, las casas y villas construidas a lo largo de su ribera comenzaron a ser habitadas por figuras prominentes, como María Félix y Elizabeth Taylor. Estas personalidades contribuyeron a la fama del pueblo, transformándolo en un lugar asociado al glamour y la sofisticación.
La llegada de extranjeros a Chapala no solo impactó su vida social, sino también su arquitectura y cultura, tal como lo hizo Luis Barragán quien diseñó los jardines a desniveles que sirvieron como inspiración para la icónica zona de El Pedregal de San Ángel en Ciudad de México. Barragán también construyó el primer kiosco del pueblo, que, aunque derribado por la falta de aprecio del gobierno local, permanece en la memoria colectiva como un hito en la historia del lugar.
Otro personaje relevante que vivió en Chapala fue D.H. Lawrence, el polémico escritor inglés que escribió La Serpiente Emplumada mientras residía ahí. Lawrence describe con detalle la vida pintoresca del pueblo en su época, donde menciona la llegada de los aguadores con agua termal y la actividad comercial en el lago.
La familia Braniff que eran aeronautas también habitó ahí en un «castillo», construido sobre un antiguo convento franciscano, espacio que fue el escenario de grandes eventos y actividades que dinamizan la vida en la región. De hecho, Alberto Braniff, conocido como «el caballero de plata», fue un benefactor clave que organizó tradiciones como las carreras de caballos, las regatas, peleas de box y la quema de Judas.
El arte y las festividades de la región
Ochoa, quien también fue director del Archivo Histórico, indica que el Carnaval de Chapala es uno de los eventos más esperados por sus habitantes y visitantes. Con tradiciones como la quema del mal humor y la icónica Farola, los festejos unen a la comunidad en un ambiente de alegría y color. Aunque algunas costumbres, como los desfiles de lanchas alegóricas y las carreras de burros, han quedado en el pasado, el espíritu festivo continúa.
También se celebran las fiestas patronales de San Francisco de Asís, santo patrono del pueblo, y el Día de Muertos, con actividades culturales que involucran a locales y extranjeros.
La gastronomía de Chapala está profundamente conectada con el lago y sus productos. El charal, el caldo michi y la hueva de pescado son platillos tradicionales que continúan deleitando a locales y turistas. Por otro lado, los dulces de leche y frutas, junto con la sangrita Viuda de Sánchez, son otros referentes de la región.
Aunque Chapala no cuenta con una gran tradición artesanal, destacan los talleres de cerámica y barro de familias como los Torres, quienes crean piezas únicas, como árboles de la vida y réplicas prehispánicas que han llegado incluso a la industria cinematográfica internacional.
Chapala no solo es su famoso lago, sino también sus montañas. Los senderos en las áreas montañosas ofrecen un contacto íntimo con la naturaleza, con cascadas, bosques de encinos y fauna diversa que incluye jabalíes, armadillos y gatos monteses. Además, existían 35 entradas de minas de oro y plata, aunque ya no activas, son un recordatorio del pasado próspero de la región.